Deodato Salafia
Publicado originalmente en italiano en Artuu, 7 de septiembre, 2025: Spinoza e le Neuroscienze: Il Determinismo alla Prova del Tempo
La aparición de la inteligencia artificial ha vuelto a
poner en el centro del debate público temas que normalmente se limitan a la academia.
Dada la creciente complejidad de la IA, la cuestión de la naturaleza de la
consciencia se ha vuelto urgente e ineludible. En el centro de esta cuestión
reside el problema del libre albedrío, que solo puede existir si existe una
consciencia verdaderamente autónoma. Pero ¿surge la consciencia de las leyes
físicas que rigen el cerebro o tiene un origen extrafísico que la distingue
radicalmente de la computación (ya sea biológica o electrónica)? La respuesta a
esta pregunta fundamental determina no solo nuestra comprensión de lo que
significa ser humano, sino también las implicaciones éticas y filosóficas del
progreso tecnológico.
El determinismo radical de Spinoza
En 1677, cuando Baruch Spinoza publicó su Ética demostrada según el orden geométrico, Europa aún estaba inmersa en una cosmovisión que situaba a la humanidad en el centro de la creación, dotada de un alma racional capaz de tomar decisiones libres y responsables. La propuesta de Spinoza sonaba a provocación radical: «Los hombres se creen libres porque ignoran las causas que los determinan». Hoy, tras tres siglos de desarrollo científico, esta idea resuena a la luz de los descubrimientos neurocientíficos modernos.
La metafísica de Spinoza se basa en un principio fundamental: todo lo que existe forma parte de una única sustancia infinita, a la que el filósofo holandés llama Dios o Naturaleza. Esta sustancia no actúa con fines ni propósitos, sino según una necesidad absoluta que rige cada acontecimiento, desde el movimiento de los astros hasta los pensamientos más íntimos del hombre. No hay contingencia en el universo de Spinoza: todo lo que sucede estaba destinado a suceder, y todo lo que no sucede es imposible. El hombre se engaña a sí mismo pensando que es libre simplemente porque es consciente de sus propios deseos, pero ignora las infinitas cadenas causales que los determinan.
Los experimentos de Libet: Una ventana a los mecanismos de la toma de decisiones
Esta visión determinista parecía destinada a permanecer como una especulación filosófica; sin embargo, los experimentos realizados por Benjamin Libet en la década de 1980 abrieron una ventana inesperada a los mecanismos de la mente que Spinoza solo había intuido mediante el razonamiento. Cuando Libet conectó a sus sujetos a un electroencefalograma y les pidió que movieran las manos libremente, descubrió algo desconcertante: la actividad cerebral que precedía al movimiento comenzaba aproximadamente 350 milisegundos antes de que la persona fuera consciente de su intención de moverse.
Primero se activaba el cerebro, luego emergía la consciencia subjetiva de querer actuar y, finalmente, el movimiento se producía. La consciencia, lejos de ser el origen de la decisión, parecía como un espectador que llega al teatro después de que la función ya hubiera comenzado.
Experimentos posteriores reforzaron y profundizaron estos hallazgos. John-Dylan Haynes y sus colegas del Instituto Max Planck lograron predecir las decisiones de los sujetos con varios segundos de antelación, utilizando escáneres cerebrales de alta resolución para identificar patrones de activación en áreas específicas de la corteza. La paradoja se amplifica: no sólo la conciencia no es la fuente de las decisiones, sino que éstas parecen ser predecibles con mucha antelación por un observador externo con acceso a datos neuronales.
Convergencias y distinciones entre filosofía y neurociencia
Pero ¿cuál es la relación real entre estos hallazgos empíricos y la metafísica spinoziana? La tentación de ver los experimentos de Libet como una confirmación directa del determinismo de Spinoza es fuerte, pero corre el riesgo de ser engañosa. Spinoza no se refería a mecanismos neuronales específicos ni a tiempos de reacción de milisegundos. Su teoría abarcaba toda la estructura de la realidad, basada en la razón más que en la observación empírica.
Sin embargo, debemos distinguir entre el determinismo spinoziano —una necesidad lógica que impregna toda la realidad— y los mecanismos causales específicos revelados por la neurociencia. Mientras que los experimentos de Libet se centran en acciones motoras simples, Spinoza argumentó que incluso las decisiones complejas, como elegir casarse, están determinadas por nuestra naturaleza y nuestras experiencias, independientemente de su nivel de complejidad. Para él, la cuestión no es si algunas decisiones son libres y otras determinadas, sino cómo se manifiesta la ilusión de libertad en diferentes grados de articulación.
La consciencia como una "idea del cuerpo"
Pero quizás el aspecto más profundo de la convergencia entre Spinoza y la neurociencia moderna se refiere a la concepción misma de la consciencia. Para el filósofo holandés, la mente humana es la "idea del cuerpo", es decir, la representación de la complejidad del organismo biológico. No existe una separación clara entre lo mental y lo físico: son dos aspectos de la misma realidad, dos formas de describir los mismos procesos naturales. La consciencia no es una entidad separada que observa el cerebro desde fuera, sino la forma en que ciertos procesos cerebrales se manifiestan subjetivamente.
Esta perspectiva coincide con las interpretaciones contemporáneas de la consciencia como un fenómeno emergente. El neurobiólogo Antonio Damasio, quien ha dedicado amplios estudios a la relación entre Spinoza y la neurociencia, argumenta que la conciencia emerge de la complejidad de la organización neuronal, sin requerir principios no físicos. La sensación subjetiva de ser un "yo" que decide libremente es la forma en que el cerebro representa sus propios procesos de procesamiento de la información. Esta interpretación nos ayuda a comprender por qué la ilusión del libre albedrío es tan persistente y convincente. No se trata simplemente de un error cognitivo que podríamos corregir con más información. Es, más bien, la forma inevitable en que un sistema complejo como el cerebro humano se representa a sí mismo sus procesos de toma de decisiones. Subjetivamente, no podemos evitar sentirnos libres, incluso si objetivamente nuestros comportamientos siguen leyes causales.
Implicaciones para la ética y la justicia
Pero ¿qué significa todo esto para la ética y la responsabilidad moral? Spinoza no era nihilista. Quien comprende las causas de su propio comportamiento puede modificarlas mediante la razón y la educación. La auténtica libertad no consiste en la capacidad de violar las leyes de la naturaleza, sino en la capacidad de comprenderlas y actuar en armonía con ellas.
La meditación, la terapia cognitivo-conductual e incluso las intervenciones farmacológicas pueden alterar los circuitos neuronales que subyacen a nuestras decisiones. No se trata de recuperar una libertad absoluta imposible, sino de ampliar nuestra capacidad de autorregulación mediante el conocimiento de los mecanismos que nos determinan.
Esta perspectiva tiene profundas implicaciones para el
sistema jurídico y las prácticas educativas. Si la conducta delictiva surge de
disfunciones neuronales específicas, el enfoque punitivo tradicional pierde
gran parte de su significado. Resulta más racional centrarse en intervenciones
que puedan modificar patrones problemáticos, ya sea mediante terapia o cambios
ambientales. El objetivo ya no es castigar la culpa, sino prevenir daños
futuros modificando las causas de la conducta indeseada. La visión de Spinoza y
los descubrimientos neurocientíficos convergen hacia una concepción más humana
y científica de la justicia. Al reconocer que todos somos producto de nuestras
circunstancias neurológicas y ambientales, podemos desarrollar una mayor
compasión por quienes actúan de forma destructiva, sin renunciar a la necesidad
de proteger a la sociedad de las consecuencias de tales acciones.
Conclusiones: De la intuición filosófica a la investigación empírica
Tres siglos después de la muerte de Spinoza, su determinismo radical ya no se presenta como una especulación metafísica abstracta, sino como un marco conceptual que ilumina descubrimientos empíricos concretos. La neurociencia no "demuestra" la filosofía de Spinoza; la ciencia empírica no puede validar sistemas metafísicos completos. Pero sí ofrece ejemplos específicos de cómo los mecanismos inconscientes pueden generar la experiencia subjetiva de la libertad, confirmando la idea central del filósofo holandés: que nuestra sensación de libertad surge de nuestra ignorancia de las causas que nos determinan.
El debate contemporáneo también ha presenciado el surgimiento de posturas intermedias que intentan superar la rígida dicotomía entre el determinismo físico y el dualismo metafísico. Científicos como Federico Faggin proponen soluciones que, si bien refutan la idea de la consciencia como un mero epifenómeno del cerebro, evitan recurrir a explicaciones sobrenaturales. Faggin plantea la hipótesis de la existencia de una consciencia universal que se manifiesta a través de fenómenos cuánticos, sugiriendo que la naturaleza misma de la realidad física, a un nivel fundamental, podría incorporar propiedades conscientes. Esta perspectiva busca reconciliar la búsqueda de una explicación naturalista de la consciencia con el reconocimiento de su irreductibilidad únicamente a los procesos cerebrales clásicos, abriendo nuevas vías para la comprensión de uno de los misterios más profundos de la existencia.
Bibliografía
Spinoza, B. (1677). Ética demostrada según el orden geométrico.
Libet,
B. (1985). Unconscious cerebral initiative and the role of conscious will in
voluntary action. Behavioral and Brain
Sciences, 8(4):529-539.
Haynes,
J. D., et al. (2007). Reading hidden intentions in the human brain. Current
Biology, 17(4), 323-328.
Damasio, A. (2005). En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción los sentimientos.
Faggin,
F. (2021). Silicon:
From the Invention of the Microprocessor to the New Science of Consciousness.

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