Digressionsimpressions’s Substack, 4 de noviembre, 2025:
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En el capítulo III de las Migajas filosóficas (o Fragmentos filosóficos) de Kierkegaard (1844)[1], publicadas bajo el seudónimo de Johannes Climacus (pero con Kierkegaard figurando como editor en la portada), hay una nota a pie de página muy extensa dirigida contra Spinoza. (Abajo la cito íntegramente). En el contexto de esta nota, Climacus analiza el marcado contraste entre inferir la existencia de algo completamente desconocido (es decir, un desconocido desconocido) y deducir la existencia a partir de algo previamente postulado o asumido (un desconocido conocido). Como afirma Climacus: «no concluyo siempre en la existencia, sino que concluyo de la existencia en la que me muevo» [p. 53].
Climacus ofrece a
continuación un ejemplo:
¿No sería altamente extraño que alguien quisiera demostrar la existencia
de Napoleón a partir de los hechos de Napoleón? Su existencia explica bien los
hechos, pero los hechos no demuestran su existencia, al menos que haya
sobreentendido previamente la palabra «su» de modo tal que esté supuesto con
ello que existe. Es verdad que Napoleón es sólo un individuo y que no ha lugar
a una relación absoluta entre él y sus actos, de forma que cualquier otro
podría haber realizado los mismos hechos. Quizás de ello depende que no pueda
deducir de los hechos la existencia. Si a los hechos los llamo hechos de
Napoleón, entonces la demostración es superflua, porque ya la he nombrado; si
lo ignorara, nunca podría demostrar que los hechos son de Napoleón, sino (de
manera puramente ideal) que son de un gran general, etc. [p. 54].
Subyacente en el
planteamiento de Climacus se encuentra la estructura argumentativa general de
las críticas de Hume a la prueba cosmológica y al argumento del diseño. (Creo
que para Climacus esto resulta familiar por la presentación que Jacobi hace de
estos temas). Pero no es en esto en lo que Climacus quiere centrarse. El pasaje
citado es preliminar a una serie de contrastes posteriores:
Cierto, entre Dios y sus actos existe una relación absoluta y Dios no es
un nombre, sino un concepto, quizás de esto deriva que su essentia involvit existentiam [p. 54].
Este es el punto en el que Climacus añade una larga nota a pie de página contra Spinoza. Pero antes de llegar a eso, Climacus no define qué es una «relación absoluta». Sin embargo, inmediatamente después escribe que «las obras de Dios son, por lo tanto, cosas que solo Dios puede hacer». Así pues, en la jerga actual, existe una relación intrínseca entre Dios y sus obras. Pero, según lo anterior, no se puede demostrar la existencia de Dios a partir de sus obras sin caer en una petición de principio (ya que se le ha introducido subrepticiamente en la definición de «sus obras»).
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