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12 octubre, 2024

Vestigia: La cuestión de la alienación

Reseña de Frédéric Lordon, Willing Slaves of Capital: Spinoza and Marx on Desire, en Franck Fischbach, Apéndice, Marx with Spinoza. Production, Alienation, History, trad. Jason Read, Edinburgh, Edinburgh University Press, 2023, pp 137-143 (traducida al español como Capitalismo, deseo y servidumbre. Marx y Spinoza, Buenos Aires, Tinta Limón, 2015).

                             Franck Fischbach

La cuestión de cómo un retorno a Marx y Spinoza puede permitir construir un concepto de alienación que siga siendo relevante para nosotros hoy es la cuestión central tanto de este libro como de una obra importante de Frédéric Lordon, Capitalisme, désir et Servitude: Marx and Spinoza[1], que apareció en 2010 (traducida en 2014 como Willing Slaves of Capital: Spinoza and Marx on Desire). Si hay un terreno común entre Spinoza y Marx de Lordon y nuestro propio Marx con Spinoza, sólo puede ser un terreno spinozista, y por lo tanto conforme a la idea de que la alienación debe ser pensada en relación con un régimen de actividad o actuación más que con una cierta forma de ser: que la alienación se experimenta primero en términos de lo que hacemos (o lo que no podemos hacer), principalmente como una restricción de lo que podemos o somos capaces de hacer, y posteriormente como una restricción de lo que somos o podemos ser..

El libro de Lordon, con su título y su subtítulo, se sitúa en relación con una tradición filosófica que tiene sus raíces en Francia, que se remonta al menos a Althusser, y que consiste en leer juntos a Marx y Spinoza: una tradición que postula que es Spinoza (no Hegel) quien permite comprender a Marx, y que es Marx (más que Descartes) quien permite comprender a Spinoza. El primer enfoque permite efectivamente una lectura de Spinoza por Marx, centrada en las huellas que quedan en el texto de Marx, sobre todo del joven Marx, de su lectura de Spinoza, en particular en sus concepciones antropológicas (el ser humano como Teil der Natur o pars naturae) y ontológicas (la naturaleza como totalidad productiva, la historia humana como continuación de la historia natural). El segundo enfoque (utilizar a Marx para leer a Spinoza) parece más aventurero y arriesgado, pero puede justificarse en términos de múltiples puntos de intersección. Por ejemplo, en el caso de Spinoza y Marx, se trata de dos filósofos que, en el contexto de toda la tradición occidental, son raros en cuanto a su reivindicación específica de ser partidarios de la democracia. Dicho esto, el libro de Lordon no es el trabajo de un historiador de la filosofía, y el lector no debe esperar una lectura internamente detallada ni de Marx ni de Spinoza (no obstante, alguien que no conozca a Spinoza por completo aprenderá cosas del libro de Lordon). No se trata de una crítica de mi parte, ni tampoco de una reserva: se trata sólo de decir que Lordon no estudia el pensamiento de Spinoza o de Marx, ni su relación, por sí mismos. Su objetivo es más bien hacer posible una comprensión de la transformación que ha experimentado el capitalismo en los últimos veinticinco o treinta años, y que sigue experimentando ahora. Marx y Spinoza son invocados aquí en la medida en que facilitan esta comprensión. Sin embargo, se puede notar que la referencia de Lordon a Spinoza es notablemente más extensa que su referencia a Marx, y que el lenguaje y los conceptos spinozistas (empezando por conceptos técnicos como afecto, afección, conatus y poder) hacen una contribución mayor a su libro que los conceptos propiamente marxistas.

Pero este aparente desequilibrio es un tanto engañoso en la medida en que el marco de la reflexión de Lordon sobre el capitalismo en realidad está tomado directamente de Marx: con mucha razón, parte de la idea de que lo que es en última instancia central para el capitalismo, y lo que él mismo ha inventado, es el trabajo asalariado o el trabajo por cuenta ajena. Esta es hasta cierto punto una tesis importante de Marx: en todos los modos de producción y formaciones sociales anteriores al capitalismo, las estructuras de dominación se constituían fuera del trabajo, o lo comandaban desde afuera. En el capitalismo, sin embargo, la relación social de dominación es interior e inmanente al trabajo. Es la forma social que asume el trabajo la que engendra en sí misma la relación social de dominación. Esto tiene la notable consecuencia de que, mientras que en las formaciones sociales no capitalistas las relaciones de dominación son manifiestas, en el capitalismo están oscurecidas. O, más concretamente, las relaciones de dominación en el capitalismo aparecen como algo distinto de lo que son: no aparecen como relaciones de dominación, sino que toman la forma de relaciones que no son impuestas, ni forzadas, que son libremente consentidas y libremente elegidas. Es así como la relación entre el trabajo y el capital aparece como una relación de intercambio entre dos socios igualmente libres y autónomos, que están de acuerdo sobre el precio por el cual uno acepta libremente vender al otro la mercancía que posee, es decir, su capacidad de trabajo o fuerza de trabajo. Esta apariencia de un intercambio completamente equitativo (trabajo por un salario) entre dos individuos igualmente libres es entendida por Marx como una apariencia real: no es sólo que las cosas se presenten como tales, sino que realmente funcionen de esa manera. Sin embargo, esto no es porque la apariencia corresponde a lo que es por lo que es verdadero; por el contrario, es la realidad misma la que es falsa, y la apariencia sólo corresponde a esta mistificación.

14 septiembre, 2024

Vestigia: Si Althusser fuera spinozista...

Reseña de Juan Domingo Sánchez Estop, Althusser et Spinoza: Détours et Retours, Bruselas, Ediciones de la Universidad de Bruselas, 2022. Extraído del blog Unemployed Negativity.

                                        Jason Read / Trad. Alfredo Lucero Montaño

Una de las lecciones fundamentales de Althusser, que permanece más allá de los debates sobre las rupturas epistémicas, el joven Marx y el verdadero Marx, es que la filosofía y la política de Marx deben ubicarse no en esta o aquella cita o pasaje aislado, sino como algo que atraviesa la totalidad de su obra. La condición de causalidad inmanente es una lectura de la filosofía misma como el despliegue inmanente de ideas que son tanto más importantes porque son omnipresentes, ubicadas no en este o aquel pasaje, sino en la totalidad de la obra. En cierta medida, Althusser et Spinoza: Détours et Retours de Juan Domingo Sánchez Estop hace un trabajo similar sobre Althusser, buscando el spinozismo de Althusser no sólo en los pocos pasajes bien conocidos del ensayo Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Para leer “El Capital” y Ensayos de autocrítica donde se cita a Spinoza por su nombre, sino también en la forma en que el pensamiento o la práctica filosófica de Spinoza atraviesan la obra de Althusser.

No hay un Spinoza detrás de la escritura de Althusser, que funcione como núcleo secreto, como una causa transitiva detrás de escena, sino diferentes compromisos con Spinoza a lo largo de la trayectoria, un Spinoza que existe solo en términos de sus efectos. Sánchez Estop lee a Althusser y Spinoza al unísono, leyendo uno a través del otro. Cuando se trata de los primeros trabajos de Althusser sobre el humanismo, Sánchez Estop se basa en la atención de Spinoza a la historia específica de una enunciación para involucrarse en la política específica del humanismo en los años sesenta. En otras palabras, lejos de ser una noción común, o incluso una idea general, el "humanismo" tiene que ser entendido como una intervención particular que significa cosas diferentes en diferentes momentos. El humanismo de Feuerbach no es el mismo que el humanismo del PCF. Así como Spinoza sostiene que el sentido de la profecía debe entenderse en términos de la comprensión y la situación de su enunciación, lo mismo es cierto para las polémicas en torno al humanismo.

Sánchez Estop cita a Althusser en una entrevista de 1966, en la que afirma que "el Tractatus Theologico-Politicus es El Capital de Spinoza, porque Spinoza se preocupa sobre todo de la historia y la política". Esto puede parecer sorprendente, pero tendría más sentido que Althusser, especialmente el Althusser de los años sesenta, relacionara El Capital con la Ética, dos obras sistemáticas en las que su presentación (Darstellung) es parte integral de su articulación de una "ciencia" que rompe con el imaginario de la experiencia. Como nos recuerda Sánchez Estop, cuando Spinoza aparece por primera vez por su nombre en la obra de Althusser, es un "teórico de la lectura y de la historia", lo que es otra forma de decir que para Althusser El Capital es, ante todo, una crítica de la economía política a través de una lectura de la economía política, una lectura que produce una teoría del capital a través de lo que la economía política clásica no puede ver (y no puede ver lo que no ve). La referencia a Spinoza, en lugar de a Freud, subraya la dimensión política de la lectura sintomática. Si bien gran parte de los escritos sobre Althusser y Spinoza se centran en la Ética, sobre todo en el Apéndice, Sánchez Estop sostiene que el Tractatus Theologico-Politicus ejerce una influencia igual, aunque su idea del sentido inmanente, de dar sentido a las Escrituras a partir de las Escrituras, también está influida por la filosofía de la ciencia.

La tendencia de Althusser a recurrir a múltiples fuentes (el psicoanálisis, la filosofía, la historia de la práctica marxista) produce sus propias divisiones y tensiones en el texto de Althusser. La tensión con la historia más compleja es la que separa al psicoanálisis de los elementos spinozistas. En el núcleo de “El objeto del capital” hay un intento de unir dos conceptos, la causalidad metonímica y la causalidad inmanente, para pensar la estructura capitalista como algo que está ausente y en sus efectos al mismo tiempo. Como escribe Althusser:


La estructura no es una esencia exterior a los fenómenos económicos que llega a alterar su aspecto, sus formas y sus relaciones y que actúa sobre ellos como una causa ausente, ausente porque está fuera de ellos. La ausencia de la causa en la "causalidad metonímica" de la estructura sobre sus efectos no es culpa de la exterioridad de la estructura respecto de los fenómenos económicos; por el contrario, es la forma misma de la interioridad de la estructura, en cuanto estructura, en sus efectos. Esto implica, pues, que los efectos no están fuera de la estructura, no son un objeto, un elemento o un espacio preexistente en el que la estructura llega a imprimir su marca: por el contrario, implica que la estructura es inmanente a sus efectos, una causa inmanente a sus efectos en el sentido spinoziano del término, que toda la existencia de la estructura consiste en sus efectos, en una palabra, que la estructura, que no es más que una combinación específica de sus elementos peculiares, no es nada fuera de sus efectos.

Como escribe Sánchez Estop, "ciertamente en términos del síntoma (aunque este término no existe en Spinoza) hay entre Spinoza y Lacan numerosos puntos comunes, pero el lacanismo se constituye en parte a partir del reconocimiento de la causa del deseo como una causa metonímica (ausente), mientras que la teoría spinozista del deseo se funda en la causalidad inmanente de Dios como ese Deus quatenus (Dios en cuanto X) que es cada individuo humano como cualquier parte de la naturaleza". Como demuestra Sánchez Estop, la tensión entre estos dos conceptos se elaboró en una serie de cartas entre Macherey y Althusser en las que el primero planteaba la cuestión de hasta qué punto la naturaleza ausente de la causa postulaba una concepción espiritual del todo que existía detrás de sus partes. (Esto es también algo que Montag analiza en su libro Althusser y sus contemporáneos). El debate dio lugar a revisiones del texto de Althusser en ediciones posteriores que suprimieron las referencias al todo y la metáfora del teatro para clarificar la idea de la causa inmanente. Sánchez Estop muestra que la tensión no es sólo entre la causa como un todo y sus partes, entre un concepto latente de causa transitiva que rige la imagen de un teatro (es difícil imaginar una obra sin su autor o su guión), sino entre la ausencia que rige la metonimia y la presencia excesiva de la causa inmanente. La ruptura con los modelos lineales y holísticos de causalidad no se produjo de una vez por todas, sino que fue un proceso de transformación permanente.

Sánchez Estop sostiene que estas revisiones y pasos parciales no sólo tienen como objetivo aclarar lo que está en juego en la causalidad inmanente, sino en última instancia unir dos de los conceptos fundamentales de Althusser de los años 60, la causalidad inmanente y la sobredeterminación, la estructura y la coyuntura. Tal como Etienne Balibar describe esta trayectoria:

En primer lugar, esta concepción de una causalidad sobredeterminada suprime inmediatamente la oposición tradicional entre "estructura" y "coyuntura"; mejor dicho, sugiere que estos dos términos son recíprocos. Ya no se trata de considerar la coyuntura como un breve momento en la vida de una estructura o como una transición entre etapas sucesivas de la estructura, porque la realidad de la estructura no es otra cosa que la sucesión imprevisible de coyunturas; por el contrario, la coyuntura no está determinada más que como una cierta disposición de la estructura.

Como sostiene Sánchez Estop, el intento de pensar la coyuntura como estructura, o la estructura como coyuntura, de pensar una esencia como su existencia, como sus relaciones, es la base para un retorno y una renovación del compromiso con Spinoza. Como escribe Althusser, "en el buen marxismo spinozista, la esencia y la existencia no existen en dos etapas: la esencia sólo existe en su existencia, en las condiciones de su existencia". En otras palabras, decir que una causa existe sólo en sus efectos es también decir que no tiene existencia fuera de sus condiciones. No hay esencia fuera o detrás del mundo, sino sólo la existencia real de aquello que siempre está ya afectado o modificado. Desde esta perspectiva, el giro de Balibar hacia la transindividualidad no es una ruptura con la causalidad inmanente, un paso de la ontología a la antropología, sino una continuación. Como escribí en mi prefacio al libro de Balibar:


La transindividualidad no es sólo un valor ético o político, sino en última instancia un replanteamiento de la causalidad, de la forma en que las cosas singulares se ven afectadas y determinadas por sus relaciones. Hay ecos aquí de la invocación original que Althusser hace de Spinoza en Leer el Capital como un nuevo modelo de causalidad, que va más allá de la causalidad lineal (o transitiva) de tipo empírico y la causalidad expresiva de Hegel. En ese texto, la causalidad era una cuestión de pensar la estructura social, el modo de producción como causa inmanente, como una causa que existe sólo en y a través de sus efectos; el retorno de Balibar a la causalidad tiene menos que ver con un intento de pensar la causalidad última del modo de producción sobre otras estructuras, sino con entender cada cosa singular como necesariamente determinada por una intersección de causas y, por lo tanto, la naturaleza singular necesaria de cada relación causal.

En otras palabras, decir que la estructura sólo existe en sus efectos tiene como corolario o consecuencia la afirmación de que el individuo sólo existe en sus relaciones. Esto no quiere decir que causa inmanente, coyuntura y transindividualidad sean lo mismo, que haya desplazamientos y tensiones necesarios, pero existen como relaciones del mismo problema, o problemática, planteada por Althusser.

Esto es igualmente cierto en lo que respecta a la práctica filosófica de Althusser: es una práctica que existe en términos de sus relaciones. Spinoza siempre es pensado en relación con Marx, así como en relación con Maquiavelo. Es un Spinoza leído a través de Maquiavelo lo que hace posible pensar lo que Althusser llamó el caso singular, en otras palabras, pensar lo singular como nada más que relaciones comunes, y las relaciones comunes como la expresión de lo singular. Althusser es más interesante como pensador cuando produce estas mezclas conceptuales, leyendo a Spinoza con Marx, a Mao con Freud o a Maquiavelo con Lenin, pero eso no significa que todas funcionen. Sánchez Estop se esfuerza mucho por rastrear el último encuentro de Althusser con Spinoza, el Spinoza del materialismo aleatorio. Por mucho que Sánchez Estop haga un brillante trabajo al excavar la comprensión de los atributos, la no relación de ideas y cosas que subyace a la idea de Althusser de un encuentro, la relación entre lo aleatorio y la determinación sigue siendo más una no-relación que una relación.

El libro de Sánchez Estop termina con imágenes de los manuscritos de Althusser sobre Spinoza. Estas notas son parciales, unas cuantas páginas sobre el concepto de causalidad de Spinoza, unas cuantas sobre Maquiavelo y Spinoza, y unas cuantas sobre Hobbes y Spinoza. Son quizás menos de lo que uno esperaría en términos de cantidad y calidad, no hay una lectura exhaustiva de la Ética o el TTP, pero tal vez sea porque el Spinoza de Althusser existe en sus efectos, en las transformaciones del concepto de ideología, causalidad y estructura.

28 abril, 2024

Uno, dos, muchos marxismos spinozistas: Postscriptum

Jason Read

Esta es la traducción del inglés del Postcriptum (extraído del blog Unemployed Negativity) de Jason Read a su libro The Double Shift: Spinoza and Marx on the Politics of Work (New York, Verso, 2024). Traducción: Alfredo Lucero Montaño.

Ya he comentado con anterioridad, incluso más de una vez, que la intersección de Spinoza y Marx es menos una posición, algo así como un marxismo spinozista, y más un campo de problemas y preguntas que se cruzan. En cierto sentido, es posible incluso trazar la forma en que diferentes marxistas se basan en diferentes elementos de Marx (y Spinoza) creando diferentes articulaciones de las relaciones que se cruzan con diferentes problemas en la crítica del capitalismo.

Para Louis Althusser, las tesis importantes de Spinoza son la crítica de la imaginación (que se encuentra en el Apéndice de la primera parte de la Ética), la teoría de los diferentes tipos de conocimiento (E2p40s), así como "Dios es lo inmanente, no la causa transitiva de todas las cosas" ". (E2p18). Por supuesto, tal lista comienza a reflejar divisiones y tensiones en los escritos de Althusser: la imaginación es parte integral de su teoría de la ideología, la causalidad inmanente a su comprensión de la estructura y el modo de producción, mientras que los diferentes tipos de conocimiento persisten a lo largo de los escritos de Althusser como una tipo de filosofía de la práctica filosófica. Mientras que para Frédéric Lordon la tesis central de Spinoza es menos epistemológica u ontológica que antropológica. Es la centralidad del deseo, "como esencia misma del hombre, en la medida en que está determinado por cualquier afecto a hacer algo", unida al desconocimiento fundamental de ese deseo, la ilusión fundamental de una elección libre que lleva al niño a hacer algo. creer que quiere leche libremente y, más concretamente, que el trabajador crea que quiere trabajar libremente. Para Etienne Balibar, la tesis central es quizás la proposición 37 de la cuarta parte de la Ética y, más importante aún, sus dos demostraciones que trazan la constitución de una base de socialidad real, racional, imaginada o afectiva. También podríamos invertir esta formulación, preguntando no qué aspecto o proposición de Spinoza juega un papel central, sino qué problema en Marx. Ya se puede ver que la ideología es la respuesta en el caso de Althusser (y de manera diferente en Lordon y Balibar), mientras que para Antonio Negri la conexión pasa por la producción, por la pregunta qué significa pensar la historia y la sociedad como algo que se produce y reproduce a través de nuestra acción y vida. Un enfoque diferente sobre el trabajo o la praxis se puede encontrar en André Tosel, cuyo trabajo es un intento de reflexionar sobre lo que significa pensar en la praxis como poeisis y la poeisis como praxis, producir como hacer y hacer como producir. Este problema marxista está fundamentalmente informado por la idea spinozista de que cada cosa finita, cada modo, actúa, o más bien opera en y a través de otros modos. La lista continúa, y se podría trazar un conjunto completo de definiciones del marxismo spinozista que serían diferentes intersecciones de proposiciones y problemas de cada uno.

La pregunta que he estado pensando es, dado este campo en el que todos los puestos ya han sido ocupados en algún sentido, ¿cómo es posible hacer una nueva intervención? En otras palabras, qué proposición particular y qué problema particular El doble giro: Spinoza y Marx sobre la política del trabajo articula o relaciona. Si tuviera que elegir una, diría que es la famosa, o infame, proposición 7 de la segunda parte: "El orden y la conexión de las ideas es el mismo que el orden y la conexión de las cosas". Por supuesto, esta afirmación es algo con lo que toda interpretación de Spinoza debe en última instancia analizar, y así uno podría trazar los diversos neospinozismos en términos de cómo dan sentido a la identidad y diferencia de las cosas y las ideas, los cuerpos y las mentes. Para ser más específico diría que se trata de pensar esto como una formulación de ideología.