Reseña
de Jason Read, The Double Shift. Spinoza
and Marx on the Politics of Work. London, Verso, 2024, Boletín de Bibliografía Spinozista, no. 26, pp.
279-282 (Anales del Seminario de Historia
de la Filosofía, vol. 42, no. 1, 2025).
Aurelio Sainz Pezonaga
El último libro de Jason Read se integra en una línea de lecturas que trenzan a Spinoza con Marx y a Marx con Spinoza con el fin de abordar cuestiones de política contemporánea. El propio Read remite y debate con estudiosos de amplio recorrido que podemos incluir en esta línea como son Étienne Balibar, Chantal Jaquet, Pierre Macherey, André Tosel o Paolo Virno, y también con otros, más recientes, pero que gozan ya de merecido reconocimiento internacional, como Yves Citton, Frank Fischbach o Fréderic Lordon.
El objeto en disputa que Read analiza a lo largo del libro es la política del trabajo en el siglo XXI. Más en concreto, aborda la tendencia por parte de muchos trabajadores asalariados de vivir el trabajo como “la respuesta a todos los problemas, la solución a todo –el trabajo no es solo aquello que asegura nuestro estatus económico, sino lo que define las relaciones, el sentido de uno mismo, y otros elementos fundamentales de la experiencia cotidiana [...], el trabajo es la última actividad de transformación que nos queda” (p.4). Al mismo tiempo que la precariedad laboral y vital se ha ido agudizando para muchas capas de trabajadores, el trabajo se ha convertido tendencialmente en el único lugar de salvación o de desarrollo personal que encuentran a su alcance.
Los trabajadores tienden entonces a realizar una doble jornada dentro de la misma jornada laboral. Tienden a efectuar un doble trabajo, un trabajo por medio del cual producen mercancías, y un trabajo afectivo y simbólico que realizan sobre los afectos, lenguajes y representaciones comunes. Por ejemplo, en la actualidad, el trabajo afectivo no es solo propio de aquellos empleos relacionados con los cuidados a personas o con la atención directa a los clientes, en los que, efectivamente, el desempeño afectivo del trabajador es inseparable de la actividad productiva misma, sino tendencialmente se encuentra en cualquier empleo en el que la trabajadora o el trabajador deban demostrar continuamente su fidelidad y su apego al empleo, a sus jefes y a la empresa; trabajadores para los que la implicación afectiva llega muchas veces a convertirse en una inversión existencial, con los subsecuentes efectos de alienación, indiferencia social y solidaridad negativa.
A esta doble jornada se refiere en primer lugar el título del libro (The Double Shift). Ocurre aquí como con las dobles jornadas que muchas mujeres han sostenido al incorporarse al mercado laboral y seguir cargando con el grueso del trabajo doméstico y de cuidados, pero en este caso las dos jornadas se solapan en el tiempo. La doble jornada, productiva de mercancías y emocional-simbólica, requiere una aproximación también doble, un enfoque que opera con un doble movimiento o desplazamiento (lo que podría ser también una traducción de double shift). La interpretación de la doble jornada debe abordar el trabajo desde la economía hacia la política y de la política a la economía, desde lo mental a lo material y desde lo material a lo mental, así como desde lo práctico a lo productivo y desde lo productivo a lo práctico. Igualmente, el devenir explicativo va de Marx a Spinoza y de Spinoza a Marx. La expresión política del trabajo, que Read toma prestada de Balibar, sirve también para expresar el punto de vista móvil que requiere la doble jornada neoliberal.
Tras la introducción, el libro expone el contenido en tres capítulos, cada uno de los cuales aborda el trabajo desde cada uno de los dobles desplazamientos citados, y termina con una breve conclusión. El primer capítulo estudia la doble condición económica y política del trabajo en la sociedad capitalista. El trabajo es habitualmente considerado como una realidad económica, y su aspecto político suele ser desatendido. Read sostiene que lo político del trabajo es que no es solo una actividad productora de objetos o servicios, sino también de subjetividad. En el trabajo se juega buena parte del modo en que nos entendemos a nosotros mismos y al mundo. Y el modo de comprender el trabajo es, desde luego, uno de los elementos de disputa determinantes entre las corrientes políticas del mundo moderno. Desde la óptica de Marx, el trabajo asalariado solo puede entenderse a partir de las condiciones capitalistas en las que se realiza. Conceptualmente eso significa señalar el doble carácter del trabajo. En la economía capitalista, todo trabajo asalariado posee un doble carácter: concreto y abstracto. El trabajo concreto es la actividad específica que realizan los trabajadores. El trabajo abstracto son las condiciones generales de productividad en las que los trabajadores realizan su actividad en tanto que producen mercancías para su venta en el mercado. Por otra parte, es necesario tener en cuenta no solo el trabajo como actividad, sino también el modo en que los trabajadores experimentan esa actividad. Esta experiencia se divide a su vez, para Read, en una ética y una alienación que acompaña a cada uno de los lados del trabajo. Hay una ética del trabajo abstracto que consiste en el reconocimiento que las personas reciben por el hecho de trabajar, de esforzarse en el trabajo, de ser productivos. Y hay una ética del trabajo concreto en tanto que las personas encuentran satisfacción en un trabajo bien hecho en consonancia con los estándares del oficio. Pero, cada una de estas éticas supone también una alienación. La alienación del trabajo abstracto se produce cuando la exigencia de productividad se convierte en un valor absoluto y se independiza del carácter finito y limitado de la existencia humana. Es lo que popularmente se conoce como “vivir para trabajar”. La alienación del trabajo concreto consiste en reducir la individualidad compleja de una persona a una sola tarea. Y se agrava en la medida en que esa tarea sea más repetitiva, parcial, aburrida o estresante, más desconectada del proceso en el que se integra, y sea considerada en mayor grado como el lugar donde uno debe realizarse como persona. Las experiencias del trabajo abstracto y el trabajo concreto, con sus éticas y sus alienaciones, no van por separado. En ocasiones se complementan para producir la idea de que cada persona realiza el trabajo que se merece. En otras, la ética de una sirve para contraponerse a la alienación de la otra. Una ética del trabajo concreto, el orgullo por el trabajo bien hecho, puede oponerse a las exigencias de mayor productividad. Y una ética de la productividad, el orgullo de esforzarse en la producción, puede oponerse a las legitmaciones de una división del trabajo elitista, racista o sexista basada sobre la cualificación jerárquica de las tareas. En todo caso, lo que está claro es que la individualidad en las sociedades contemporáneas se desarrolla en la intersección de las dos caras del trabajo y el modo en que se vive. Y que de ellas surgen dos concepciones de la humanidad, una abstracta, en la que todos los seres humanos se definen por sucapacidad para trabajar. Y otra jerárquica, que dividela humanidad según las características derivadas de la división del trabajo. Ninguna de ellas, es sin embargo independiente de la otra, ni puede elevarse a ideal si no es a costa de su mistificación. Es lo que Read muestra a través del análisis de dos películas, ambas de 1999, El club de la lucha y Trabajo basura. En ellas el carácter concreto del trabajo, identificado con un tipo de trabajo manual, es elevado a modo de salvación de la alienación del trabajo abstracto, pero solo porque desconocen las condiciones raciales, nacionales o étnicas de la división del trabajo y expresan solo los miedos de un determinado grupo de trabajadores de oficina blancos.
El doble desplazamiento entre economía y política requiere asumir algunas premisas que, son precisamente, puntos de intersección de los pensamientos de Marx y Spinoza. Común a ambos es la idea de que somos seres condicionados por las relaciones sociales y por la naturaleza en tanto que somos parte de ellas y que esta determinación es una interdeterminación: nos limita y al mismo tiempo nos capacita para actuar. Tanto para Spinoza como para Marx, el modo como interpretamos las realidades concretas, pero también los universales (por ejemplo, lo que entendemos por trabajo) con que organizamos nuestra práctica dependen del modo como la vida, el lenguaje, el entorno socialmente compartidos nos afectan y el modo como estos nos afectan depende del modo como estamos constituidos, de nuestra historia, de nuestro ingenio y de nuestro conocimiento o ignorancia de las causas que nos mueven a actuar. “La vida determina la conciencia” es la famosa fórmula de Marx. Se sigue, por tanto, del encuentro entre Spinoza y Marx la consecuencia de que el trabajo vivo, la actividad concreta del trabajador, debe entenderse también como un trabajo vivido, experimentado a través de una interpretación que expresa la relación afectiva que une nuestras historias individuales con las historias colectivas.
El segundo capítulo, que aborda el segundo doble desplazamiento, esta vez entre lo material y lo mental, aborda en un nivel más complejo la relación entre el trabajo como actividad y su representación o interpretación. En este capítulo va a ser central el concepto spinozista de deseo en el que, precisamente, se funden lo material y lo mental, el apetito y la conciencia del mismo, así como lo individual y lo colectivo, a través de los afectos y su imitación o la emulación de los deseos. Centrales en este capítulo son las referencias a las aplicaciónes que tanto Fréderic Lordon como Yves Citton han hecho de la filosofía de Spinoza a la comprensión del trabajo en la economía capitalista. Read repasa la teoría de Lordon acerca de la estructura del deseo de vender la fuerza de trabajo en el capitalismo con sus tres momentos: el deseo movido por el miedo a la miseria, el deseo movido por la esperanza del consumo y el deseo movido por el amor al empleo. Para Lordon cada uno de esos deseos corresponde a un periodo de la historia del capitalismo: siglo XIX, fordismo y posfordismo. Pero Read propone entender que los tres deseos se articulan con diferente influencia en todas los periodos y en todos los trabajadores. La estructura del deseo es la respuestade Lordon a la pregunta de por qué los trabajadores se esfuerzan por su explotación como si fuera su liberación, que reformula para el capitalismo la famosa cuestión spinoziana del “Prefacio” del Tratado teológico-político.
Read considera insuficiente la propuesta de Lordon. Entiende que Lordon estaría ofreciendo una exposición de lo que podríamos llamar la “ideología espontánea” del trabajo en el capitalismo, la ideología ligada de manera inmediata a la práctica de la venta de la fuerza de trabajo, venta en la que el trabajador sigue siendo inseparable de su fuerza durante el tiempo en el que no le pertenece. Propone, entonces, combinar la propuesta de Lordon con la de Citton. Este último, siguiendo igualmente los pasos de Spinoza, ha expuesto lo que sería la “ideología a distancia” del trabajo en el capitalismo. Citton considera que el trabajo hay que entenderlo como parte de una narrativa que se produce y circula separada de la actividad productiva misma aunque esta sea su tema y que requiere de una actividad de interpretación. La industria cultural está dominada por la “meta-escena” del individuo aislado y excepcional, por el mito del emprendedor solitario. No se trata, sin embargo, de entender la actividad mistificadora de la industria cultural como si los trabajadores fueran meros receptores pasivos de la misma. La interpretación múltiple de los mitos, ligada a los deseos que esos mitos remueven, es también inevitable y lo decisivo se sitúa en el umbral en el que empiezan a surgir nuevas narrativas o nuevos modos de pensar sobre el trabajo.
¿De que modo, entonces, se combinan las estructuras
del deseo de vender la fuerza de trabajo
y las narrativas míticas sobre el trabajo? Read plantea aplicar a estos
dos niveles ideológicos “la lógica de la alternación” con la que Chantal Jaquet
describe la relación entre el orden y conexión de las ideas y el orden y
conexión de las cosas: “es decir que, algunas veces, con el fin de captar el
orden y conexión de las ideas, es necesario buscar en el orden y conexión de
las cosas y viceversa” (p.112). Lo mismo será necesario hacer respecto a la
estructura del deseo de trabajar y los relatos míticos sobre el trabajo.
El capítulo termina con un análisis de dos famosas series de televisión, Breaking Bad y Better Call Saul en las que se escenifican modelos de narrativa sobre el emprendedor que busca aumentar su reconocimiento a través del trabajo. En ellas el trabajo en las condiciones contemporáneas se ve al mismo tiempo naturalizado, eternizado y valorizado, elevado a fantasía de reconocimiento, respeto y autoridad, a promesa de felicidad y éxito, por encima de cualquier otra actividad.
En el tercer capítulo, Read comienza preguntándose qué significa actuar cuando el trabajo se ha ido convirtiendo en el modelo de toda actividad. La respuesta nos conduce a un nuevo doble desplazamiento, el que se realiza entre acción y producción. De alguna manera, es una forma de retomar el doble desplazamiento entre política y economía, pero esta vez desde la óptica de los agentes. El punto de partida es la inversión que Virno realiza de la distinción arendtiana entre acción, trabajo y labor. Si para Arendt, la acción es algo completamente distinto de la producción (el trabajo o la labor), para Virno, el trabajo en su fase posfordista ha adquirido todas las características que Arendt atribuía a la acción. En términos de venta de la fuerza de trabajo, esto significa que, en la actualidad, un trabajador no solo vende una capacidad determinada, ya sea una habilidad profesional concreta o la mera capacidad de atender a los requerimientos del sistema de máquinas. La fuerza de trabajo que vende un trabajador posfordista es su capacidad de aprender y comunicarse, de adquirir nuevas capacidades, nuevas competencias, nuevos hábitos, resolver nuevas situaciones, gestionar lo imprevisible que proviene de la relación plural con los demás. El trabajador vende su condición humana como actor político. De ahí la nueva forma de alienación en la que el trabajador se separa de una actividad productiva que se confunde con su singularidad política.
La doble determinación entre la acción y la producción (como también la llama Tosel) obliga a replantear los valores asociados tradicionalmente a cada una de las esferas. Si la esfera de la acción ética o política era la esfera de la libertad y la esfera de la producción era la esfera de la necesidad, la doble determinación entre la acción y la producción implica que toda actividad es ahora un lugar donde la necesidad y la libertad, la pasividad y la actividad se combinan. Esta es la razón de la importancia en nuestra época de la filosofía de Spinoza (y de su intersección con el pensamiento de Marx). Para Spinoza toda actividad humana debe entenderse siempre como causa y efecto. Para Marx, los hombres hacen la historia pero no en circunstancia que ellos hayan elegido. Para ambos el hombre es parte de la naturaleza y de la historia. Y solo desde su relación necesaria con otros seres humanos y no humanos puede entenderse su capacidad para actuar, su libertad. Esta intersección entre Spinoza y Marx se ve bien en el modo que se complementan los dos objetos principales que cada uno de ellos somete a crítica. Por un lado, Spinoza crítica la idea de voluntad libre, es decir, la creencia en que podemos actuar incondicionadamente. Por el otro, a través de la exposición del fetichismo de la mercancía, Marx crítica que el Mercado sea un espacio autorregulado y, por ende, regido por leyes necesarias, al margen de las relaciones históricas que los hombres establecen entre sí. Para ambos, la consideración de que nuestras acciones, nuestros deseos están condicionados y de que las relaciones económicas cambian con la historia son en sí mismas condiciones para la libertad y la transformación social. Para el liberalismo económico y para el neoliberalismo, sin embargo, las leyes del mercado son necesarias y los individuos pueden elegir libremente someterse a ellas o perecer. De modo que, si deciden aceptarlas, es porque están dotados de una libre voluntad. Conformarse a las exigencias del mercado, vendiendo su fuerza de trabajo en las condiciones que exija la competencia con los demás trabajadores, es un acto voluntario y ese es el único punto de vista que puede proyectar el individuo sobre su situación. La deshistorización del Mercado, su necesidad suprasocial, le atribuye el carácter de mecanismo neutral en las disputas. Es el lugar de la justicia económica cuyo correcto funcionamiento debe proteger la justicia política. La deshistorización del individuo busca minar la legitimidad de toda acción que no sea la elección forzada de las reglas del mercado. Toda intervención sindical o política que no se justifique por la perpetuación de la prevalencia de la Ley del Mercado se muestra como una acción ilícita, injusta. Y carga sobre el individuo aislado una responsabilidad infinita que reprime su potencia de actuar.
De esta combinación de las críticas de Spinoza y Marx, Read extrae la explicación a dos fenómenos ideológicos contemporáneos. El primero es la contradicción entre la exigencia ética y la económica. Al tener la economía su propia ley, entrará en contradicción con cualquier principio ético que se le oponga y tenderá a neutralizarlo. Para exponer esta consecuencia, Read remite a la frase que Spinoza toma de Ovidio: “veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor” (E4P17S) y utiliza dos películas, Compliance (2012) y The Assistant (2019) que narran sendas historias donde el imperativo del mercado en la forma de los requerimientos para mantener el puesto de trabajo lleva a los protagonistas a cometer acciones que fuera de la presión laboral no cometerían por injustas o a desentenderse de que se cometan flagrantes injusticias en la empresa en la que trabajan.
El otro fenómeno es lo que Read llama la “solidaridad negativa”. La solidaridad negativa puede entenderse como un afecto, un universal imaginario y una estrategia. Como afecto, es la indignación respecto a aquellos a quienes se percibe no trabajando suficiente o no realizando un trabajo lo suficientemente duro, no desempeñando un trabajo “real”, o aquellos que, para mantener su empleo, dependen del poder político o de la corrupción (vistos desde esta perspectiva como sinónimos). Como imaginación, la solidaridad negativa crea una comunidad ficticia, un “nosotros”, que integra a aquellos que supuestamente trabajan duro, que realizan un “trabajo de verdad”, y excluye, creando un “ellos”, a quienes se considera que no lo hacen. Sostiene, además, una variante de la distribución entre lo necesario y lo voluntario. La esfera de la economía es la esfera de la necesidad, la de la política es la de la voluntad. Las empresas funcionan según la necesidad de las leyes del mercado. Los políticos según una voluntad generalmente interesada. Como estrategia, sin embargo, la solidaridad negativa solo puede entenderse como una ética estoica del trabajo que sigue pensando al individuo como imperium in imperio y como un medio de resignación y adaptación al retroceso en materia de derechos laborales y sociales que debilita todavía en mayor medida la capacidad de acción de los trabajadores.
En la conclusión Read reafirma la necesidad de entender el trabajo desde su doble carácter material y simbólico, práctico y afectivo / imaginario. Esta posición implica, a su vez, asumir que, como lo era para Spinoza, el espacio de los afectos y la imaginación es un espacio político. Es necesario contraponer una imaginación de la solidaridad y de oposición al capitalismo a la imaginación que representa el trabajo como la única vía de acceso a la realización personal. Read recurre aquí al ejemplo de la comedia Sorry to Bother You / Perdona que te moleste (2018) de Boots Riley. Pero, dando un paso más, considera que, aunque solo la imaginación puede romper la sujeción de la imaginación, únicamente los conceptos pueden mantener abierta esa ruptura. Solo los conceptos ofrecen la visión de conjunto necesaria para que la crítica no consista solo en la añoranza de un pasado irrecuperable. La lucha por tanto contra la explotación laboral debe realizar una doble actividad, creando nuevas formas de practicar la solidaridad entre trabajadores y nuevas maneras de imaginar, sentir y pensar la vida sin explotación.
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