Gonzalo
Gutiérrez Urquijo
Introducción
Nadie dudaría que Spinoza reviste hoy una creciente
actualidad. En las discusiones académicas de diversas disciplinas, pero también
en la arena política y el mundo del arte, su nombre se disemina por los
rincones más dispares, generando encuentros singulares –y muchas veces
inesperados– entre las urgencias del presente y alguno de los varios aspectos
de su filosofía. Sin embargo, cuando el hecho de esta indubitable actualidad es
confrontado con la necesidad de un fundamento, la patente certeza se transforma
en una gran perplejidad. ¿Por qué es que Spinoza es hoy en día tan actual?
¿Conviene buscar esta razón en el pasado donde se gestaron sus ideas o en el
presente que las requiere? ¿Y es seguro que esta razón deba ser una sola, o es
acaso posible que existan múltiples y contingentes razones por las cuales
Spinoza se vuelve hoy actual?
A la complejidad de estas preguntas debe sumarse una
singular anomalía histórica: el fructífero Spinoza-Renaissance
al que asistimos no ha sido el primero; es probable, por tanto, que tampoco sea
el último. De Pierre Bayle al spinozismo latinoamericano, pasando por la
ilustración alemana, la República de Weimar y el mayo francés, la historia
confirma que el pensamiento de Spinoza no cesa de renace como si el ineluctable
paso del tiempo fuese incapaz de sepultar en un momento determinado la vida que
este pensador supo infundirle a sus ideas. No se trata solo de afirmar que cada
época y cada región interpretan a Spinoza a su manera y según sus necesidades
–lo cual es cierto– sino que cada una de ellas experimenta además la
imposibilidad de captar el conjunto del sistema. Así entonces, ¿no es acaso la
pregunta por la actualidad de Spinoza demasiado grande para nuestro tiempo?
Para ensayar una explicación de este aparente
desfasaje entre el spinozismo y el tiempo histórico en el que se actualiza,
sería normal acudir pronto a la idea de lo eterno. Como es sabido, el recorrido
de la Ética se encumbra al alcanzar el punto de vista de la eternidad (sub specie aeternitatis), pues el
“supremo esfuerzo del alma” (summus
mentis conatus) consiste en considerar las cosas desde esta perspectiva
(Spinoza, 2004, p. 410) que ofrece, además, la mayor acquiescentia posible (2004, p. 411). ¿Será que Spinoza alcanzó en
su filosofía algo que excede todo límite temporal? En cierto sentido, sí. Pero
sería un error manifiesto creer que el carácter perenne del spinozismo descansa
en una filosofía desentendida de las condiciones de la duración.
Por el contrario, es en esta vida que sentimos y
experimentamos que somos eternos (2004, p. 409); son las cosas temporales las
que podemos contemplar desde la perspectiva de la eternidad. En palabras de Spinoza,
“cuanto más conocemos las cosas singulares, tanto más conocemos a Dios” (2004,
p. 410). Por ello, pretender caracterizar la peculiaridad del spinozismo por
vía de una apresurada concepción de la eternidad amenazaría con ocultar las
razones por las cuales Spinoza es hoy contemporáneo. Además, una oposición
demasiado rígida entre el tiempo y la eternidad diluiría la relevancia de la
propia cronología que conduce a la situación actual.
¿Rechazar entonces el recurso de lo eterno? Ello
tampoco sería posible sin mutilar el sistema. Se trata, más bien, de hacer
converger la particular articulación entre tiempo y eternidad con las
especificidades de la apropiación contemporánea de Spinoza. Así, el problema
que afrontamos podría enunciarse de la siguiente manera: Es un hecho que la
filosofía de Spinoza es hoy en día actual, ella incluso parece ser cada vez más
actual, al punto que es nuestro tiempo el que queda, en cierto sentido
retrasado frente a la potencia spinozista que actualiza. Sucede como si, al
atender uno u otro aspecto de su pensamiento, nos volviésemos incapaces de
agotar las potencialidades que allí anidan; como si el propio spinozismo fuese
un efecto que desbarata la linealidad de la historia bajo una modalidad que,
sin rechazarla, necesariamente la complejiza. ¿Dónde situar entonces la
originalidad del spinozismo? ¿Cómo anudar lo intemporal, lo intempestivo y lo
contemporáneo? Es en la forma de abordar estas preguntas que se juega la
perspectiva del presente trabajo, pues no se tratará aquí de resolver el
problema sino tan solo de desarrollarlo hasta entrever sus posibles efectos
sobre nuestro tiempo y su porvenir.
Tal perspectiva –cabe aclararlo– no implica una
renuncia a la posibilidad de dar cuenta de aquella originalidad. Como han
señalado numerosos comentadores, es la preponderancia de la causa inmanente lo
que permite al sistema spinozista vincular de un modo singular el tiempo y la
eternidad (Deleuze, 1999; Moreau, 1994). Más aún, siendo que un gran filósofo
es quien otorga a las cosas una nueva distribución, nuestra hipótesis consiste
en afirmar que la lógica del spinozismo es a tal punto original que se resiste
a ser aprehendida en esquemas que no son los suyos. Ello explicaría, según
creemos, su anómalo comportamiento histórico, siempre de vuelta y siempre
inagotada, siempre (in)actual.
Sin duda, es solo comprendiendo cómo un pensador
transforma su pasado que se vuelve posible elaborar cierta medida de la novedad
que su pensamiento inyecta al mundo. Sin embargo, tal como afirma Cherniavsky (2017),
“la originalidad, en filosofía y en general, no se confunde con la novedad, la
cual se define exclusivamente respecto de un estado de cosas anterior” (p. 13).
Si la originalidad es la que permite a una filosofía dialogar en el tiempo,
adelantándose a objeciones ulteriores o inaugurando para el futuro paradigmas
alternativos, la novedad permanece como un mero enunciado especulativo cuya
potencia permanece inactualizada. En este sentido, ya que nuestro problema no
concierne tanto las causas de la originalidad spinoziana como sus efectos, a
continuación buscaremos evaluar la actualidad de Spinoza según su efecto en
tres registros, correspondientes cada uno a las diferentes dimensiones del
tiempo: futuro, presente y pasado.
Gutiérrez Urquijo, Gonzalo. Intemporal, intempestivo,
contemporáneo. Aspectos de la actualidad de Spinoza, Nuevo Itinerario, vol. 16, núm. 1, 2020, pp. 222-248.
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