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05 octubre, 2024

Vestigia: La producción de los hombres

                                       Alejandro Martínez Domínguez

En esta obra, llegada a España a través de la traducción de Julien Canavera y la publicación de las Prensas de la Universidad de Zaragoza, se nos brinda una grandiosa contribución a la ya amplia línea de pensamiento concebida por autores como Louis Althusser o Antonio Negri: el maridaje de las filosofías de Marx y Spinoza. A través de una explicitación de la conveniencia de leer en conjunto a estos dos autores, que nos es presentada en la introducción del libro, Fischbach ahonda en algunos de los puntos clave que unen a los dos pensadores ya mencionados. La idea clave será la del humano como «pars naturae» (Spinoza) o «ser objetivo» (Marx). Esto, a su vez, explícitamente enlazado con el in-der-Welt-sein heideggeriano en el prefacio a la segunda edición (p. 46). La postulación de este «sujeto» (el cual, veremos, no es sujeto en absoluto) como inmerso en el mundo, ya siempre en relación mutua (siendo-el-uno-en-el-otro, p. 189) con la naturaleza, servirá de vehículo para arribar a la aportación fischbachiana fundamental: una redefinición del concepto de alienación. Fischbach, con su contribución, busca profundizar en «la cuestión de saber cómo el recurso a Marx y Spinoza nos permite forjarnos cierto concepto de la alienación que continúe siendo pertinente para nosotros hoy en día» (p. 227). No es casual que esta obra venga acompañada de una reseña del libro de Frédéric Lordon Capitalismo, deseo y servidumbre. Marx y Spinoza (Buenos Aires, Tinta Limón, 2015), cuyo objetivo es abordar, desde la teoría de los afectos de Spinoza, la alienación del trabajador asalariado (en tanto que busca desmontar el mito de la servidumbre voluntaria, desvelándola en todo caso como servidumbre pasional). Ambas obras, pues, además de presentarnos a un humano que no es soberano de sí mismo, sino paciente en tanto que Teil der Natur, comparten el mismo proyecto fundamental: renovar nuestra comprensión de la alienación y de la correspondiente emancipación de la especie.

La necesidad de redefinir qué sea exactamente la alienación emana precisamente de la comprensión del humano como ser objetivo, por lo que será clave una exposición pormenorizada de esta tesis antes de abordar la actualizada emancipación que de ella se desprende. La inserción de lo humano en la naturaleza recorre todo el libro, se le postula como un ser, ante todo, relacional (natural y social), y nunca como sujeto autosuficiente. Se trata así de una concepción marxista del individuo, que escapa a todo tipo de robinsonadas o ensoñaciones idealistas. Para dejar atrás la farsa del imperio dentro de otro imperio, Fischbach se valdrá del pensamiento de Spinoza y Marx, y adicionalmente de Heidegger. Estos tres pensadores coinciden tanto en insertar al humano en la naturaleza (siendo «los críticos por antonomasia de un sujeto sin mundo» [p. 46]), como en la sociedad (el individuo colectivo o compuesto, modo finito siempre afectado, en Spinoza, la esencia humana como el conjunto de las relaciones sociales en Marx y el Mit-sein heideggeriano desplegado en su correspondiente Mitwelt).

En este planteamiento se nos presenta el punto de unión central entre Spinoza y Marx: su ontología radicalmente inmanentista. Fischbach, a través de Spinoza, desvela la filosofía marxiana, que impregna el fondo teórico del conjunto de sus textos. El autor de la Ética nos sirve pues como una sustancia para revelar dicha filosofía, como un compuesto para aislarla. «Se trata ante todo de un libro sobre Marx, pero sobre Marx en tanto que leído a la luz de Spinoza» (p. 55). Nos recuerda Fischbach que Althusser, en su Para leer El Capital, nombra a Spinoza como el único antecesor directo de Marx en lo filosófico (p. 71). La clave se encuentra en la coincidencia ontológica: Marx, inmanentista hasta la médula, se suma al proyecto del príncipe de los filósofos, e integra las filas del partido de los espinosistas, que elimina todo paño de trascendencia del espíritu. Aquí Fischbach se apoya en la lectura de la ontología marxista que realiza Gérard Granel, para afirmar que, la relación humano-natural, no es realmente una relación entre dos términos, sino un ya siempre ser-el-uno-en-el-otro (p. 188). Es lo que Marx nombra en sus manuscritos de 1844 como Wesenhaftigkeit, una copertenencia esencial en la cual ambos términos «se tienen» (siendo tener el verbo haben, conjugado haft [Wesen-haft-igkeit]) (p. 191). Tenemos pues, en Marx, explícitamente continuada la tesis spinozista de la pars naturae (o el Naturwesen feuerbachiano) que busca «la inserción del hombre en el orden general y común de la naturaleza y socava su concepción inmediata de sí mismo como “imperio dentro de otro imperio”» (p. 81). Inserto en el proyecto spinozista, con su univocidad del ser, se excluye toda trascendencia, el agente es su propio paciente. Diremos, à la Bataille, que la humanidad está en el mundo como agua en el agua.