Lo que permanece vivo en la
filosofía de Baruch de Spinoza es el caudal de realidades que le preocuparon y
los problemas que tales realidades le plantearon, esto es, las preguntas que
motivaron su pensamiento radical. Si bien sus respuestas fueron necesariamente
limitadas a su tiempo y a su situación, la forma misma de tales respuestas
comprende una problemática evolutiva que renace en nuestro horizonte filosófico
contemporáneo. Toni Negri sostiene que las razones para afirmar la actualidad
de Spinoza no solo son razones positivas, sino problemáticas. Hoy en día esas
razones problemáticas hacen útil y valioso el estudio del pensamiento de
Spinoza. Siguiendo el escrito “Spinoza: cinco razones para su actualidad” de Negri, publicado
en su Spinoza subversivo (Madrid,
Akal, 2000, pp. 29-36), trazaremos aquí brevemente esas razones.
1. Spinoza funda el
materialismo moderno en su más alta expresión, esto es, determina el horizonte
propio de la especulación filosófica moderna y contemporánea, que es el de una
filosofía del ser inmanente como negación de todo orden previo a la
constitución del ser y el hacer humano. Según Negri, el materialismo spinoziano
no supera los límites de una concepción puramente espacial --galileana-- del mundo. Spinoza intenta superar los
límites de tal concepción, pero no alcanza una solución, sino que deja
irresoluto el problema de la relación espacio-tiempo del ser. La imaginación
--esa modo de pensamiento que recorre el sistema spinoziano-- aún en su forma
más creativa y dinámica, constituye el ser en un orden que solo es temporal.
2. Spinoza describe el mundo
como absoluta necesidad, como presencia de la necesidad. “Todas las cosas de la
Naturaleza acontecen con cierta eterna necesidad” (E1ap). Pero esta misma
presencia es contradictoria. Por un lado, restaura inmediatamente para nosotros
la necesidad como contingencia, la absoluta necesidad como absoluta
contingencia --dado que la absoluta contingencia en el plano de la inmanencia es
la única manera de afirmar el mundo como horizonte ético. Por el otro, el
movimiento del ser expresado a través de las catástrofes del ser: lo que es,
pero puede no ser; lo que es así, pero puede ser de otro modo. Se trata de la
presencia del ser en los márgenes de la vida cotidiana y su necesidad dada como
contingencia, tal es la paradoja de esta necesidad. Estamos en un orden de
contingencia, y a esta contingencia le corresponde, precisamente, la libertad.
En Spinoza el sentido de las
catástrofes del ser elimina todo determinismo hasta sus últimos vestigios. La
necesidad del ser como conatus de
ninguna manera sostiene el determinismo. Al contrario, es la absoluta
contingencia. Sólo ahora podemos entender la completa significación que la
necesidad es libertad. Abrazamos el mundo como libertad --este es el sentido de
las catástrofes del ser que nos han sido restauradas como posibilidad de
libertad y creación.
Así, Spinoza nos enseña a
hacer una distinción en el mundo ético: la alternativa entre vida y muerte,
entre construir o destruir. Cuando el poder ético se articula a sí mismo en la
absoluta contingencia del ser, este movimiento se orienta necesariamente por
las razones de la vida en contra de
aquellas de la muerte. “El hombre libre en ninguna otra cosa piensa
menos que en la muerte, y su sabiduría no es una meditación de la muerte, sino
de la vida” (E4p67). La acción ética será pues una acción de construcción en el
corazón del ser --en tensión entre lo singular y lo complejo. La radicalidad de
la alternativa ilumina el drama e intensidad de la elección ética que se
convierte en el pathos de la ética:
la imaginación creativa en oposición al orden de la muerte. “Los hombres libres
se guían más por la esperanza que por el temor, mientras los hombres subyugados
se guían más por el temor que por la esperanza; los primeros desean vivir, los
últimos simplemente evitar la muerte” (TP5,6).
3. Spinoza describe la imaginación
creativa como un poder ético, es decir, como el pensamiento que guía la
construcción y el desarrollo de la libertad. Es la historia res gestae, la historia de la construcción y desarrollo de
la libertad, y la articulación de su razón interna: naturalizar y racionalizar
la acción humana. La razón que nos sitúa en la determinación radical de la
elección ética: el esfuerzo (conatus)
a perseverar en el ser. La ética descubre y reconoce la cualidad de la
existencia humana, la tendencia a existir --ya sea hacia la vida o hacia la
muerte--, como la determinación fundamental. Pero éstas no son sólo palabras,
signos o representaciones, son seres finitos, realidades ontológicas que
desarrolla la imaginación creativa.
Spinoza excluye el
tiempo-como-medida. Él aprehende el tiempo de la vida. El tiempo no es medida
sino ética. Para Spinoza, el tiempo sólo existe como liberación. El tiempo
liberado se convierte en imaginación creativa, en imaginación realizada. Pero
el tiempo liberado no es devenir ni dialéctica, sino ser que se hace a sí mismo
en la continua elección ética que fluya con el tiempo de la vida. La elección
radical no es historia rerum gestarum
(historia como conocimiento abstracto) sino historia
res gestae (historia como saber vital), es decir, la afirmación de la
necesidad de ser, del poder de ser. “Cada cosa, en cuanto está en ella [en
cuanto es en sí], se esfuerza por perseverar en su ser” (E3p6).
4. El concepto spinoziano de
amor y cuerpo. La expresión del ser comprende un gran acto sensual que
comprende el cuerpo y la multiplicidad de cuerpos. Ser significa participar en
la multiplicidad. “Lo que dispone al cuerpo humano de tal suerte que pueda ser
afectado de muchísimos modos, o lo que lo vuelve apto para afectar los cuerpos
externos de muchísimos modos, es útil para el hombre; y tanto más útil cuanto
más apto vuelve al cuerpo para ser afectado y para afectar a los otros cuerpos
de muchísimos modos; y, por el contrario, es nocivo lo que vuelve al cuerpo
menos apto para eso” (E4p38).
Para Spinoza, el ser es
fuente de productividad, fuente de una realidad de la que surge otra realidad ad infinitum. Este nuevo ser se nos
ofrece a través de mil y una acciones singulares de cada ser finito, he ahí que
cada uno de nosotros juega un papel en el desarrollo del ser. El amor estrecha
seres diferentes; es un acto que une cuerpos y los multiplica, dándoles
nacimiento y reproduciendo su esencia singular. Si no estuviéramos inmersos en
esta comunidad amorosa de cuerpos, de átomos vivientes, nosotros no
existiríamos. Así, nuestra existencia es siempre colectiva en sí misma. En
contra del solipsismo y el individualismo está la superabundancia del ser que
ha elevado la fuerza de los deseos más allá de toda medida. “El deseo [cupiditas] es la esencia misma del
hombre, esto es, el esfuerzo con que el hombre se esfuerza por perseverar en su
ser” (E4p18dem). El deseo es así el cimiento del amor y el ser.
5. Otra razón de la actualidad
de Spinoza es el heroísmo de su carácter filosófico. Ni el coraje de Giordano
Bruno ni el vértigo de Blas Pascal, sino la serena lucidez de Spinoza. Gilles
Deleuze lo llama “el príncipe de los filósofos”. Es el heroísmo de la
imaginación, de la acción y el deseo de libertad; el heroísmo del descubrimiento
intelectual, que exige una lúcida fuerza de clarificación e imaginación
teórica. En Spinoza, la resistencia y la dignidad, el rechazo de la agitación
de una vida sin sentido, la independencia de la razón, no son preceptos
morales, sino un teorema ético.
En suma, parafraseando a
Deleuze, Spinoza pensó el afuera y el adentro del pensamiento, el afuera no
exterior y el adentro no interior. Lo que no puede ser pensado, no obstante,
debe ser pensado. Spinoza no se entregó a la trascendencia, el devenir o la
dialéctica, al contrario, mostró, pensó, expresó la posibilidad de lo
imposible: el ser inmanente.
alm
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