Diego Tatián y Mariana Gainza
En el escolio de Ética, V, 29 [1], Spinoza escribe que las cosas pueden ser consideradas actuales en dos modos distintos. Algo es actual en cuanto existe en un cierto tiempo y lugar, en esa encrucijada de ser y tiempo a la que llamamos presente –en su distinción con lo que es pasado o lo porvenir–; o bien, la actualidad de una cosa se entiende en cuanto la pensamos in Deo, aprehendiendo la verdad y realidad de esa cosa a partir de su necesaria conexión con otras infinitas. En el primer caso, la actualidad hace referencia al tiempo; en el segundo, remite a la eternidad: una cosa, en efecto, puede decirse actual porque la concebimos “bajo una especie de eternidad.
Es la misma filosofía de Spinoza la que puede ser
considerada actual en ambos sentidos. Como filosofía que afirma la absoluta
necesidad de la naturaleza (es decir, la necesidad de la existencia de
infinitas cosas en infinitos modos), asocia la capacidad de ser y saberse parte
de esa potencia productiva de lo real con cierta “experiencia de la eternidad”
–de esa eternidad– como la más alta plenitud humana. Pero también la filosofía
de Spinoza revela en ella la marca que le infiere el tiempo. Y aquí se abre una
nueva encrucijada conceptual: el spinozismo es “actual” por ser expresión de su
momento histórico, de su lugar, de su cultura, de su lengua (por haber “elevado
su época a concepto”); pero, a la vez, revela su actualidad por su fecundidad
filosófica y política en una época que no es la suya, sino la nuestra.
Desde los años 60 del siglo XX, la presencia del pensamiento de Spinoza en la filosofía, la ciencia, el arte y el ensayo político es intensa, prolífica e ininterrumpida: favoreciendo nuevas ideas en el campo de la teoría y la filosofía práctica, o como plataforma de distintas experimentaciones artísticas; acompañando activismos y compromisos militantes, o como base de renovadas críticas de lo ideológico y a lo teológico-político; en diálogo con las derivas del psicoanálisis o permeando las discusiones de las neurociencias; como inspiración para la reflexión sobre la democracia, o para investigar los nuevos autoritarismos. La actual presencia de Spinoza nos reenvía a algunos momentos y nombres de la filosofía contemporánea, que encontraron en sus conceptos una potencia especial que les permitía situar mejor sus propios problemas y preguntas. Louis Althusser, Gilles Deleuze o Antonio Negri, en Europa, o Marilena Chaui en América Latina, entre tantos otros, convirtieron a nuestro pensador del siglo XVII en una cantera filosófica y política que excede ampliamente a los estudios académicos.
De hecho, en esa excedencia radica algo muy característico del spinozismo, que no se deja reducir a ningún “campo especializado”. Esa rareza de la filosofía clásica, que es la rareza spinoziana, escapa a los cánones y a las institucionalizaciones. Por eso, Borges pudo enlazar su palabra a la de Spinoza, con palabras que parecen dirigidas a un amigo: “Tantos siglos después, estamos aquí, en el extremo de un continente que Spinoza casi ignoró, estamos aquí pensando en él, tratando de hablar de él, extrañándolo. Y, curiosamente, queriéndolo”. Y por eso, fue tantas veces evocado como el pensador más democrático: a pesar de las dificultades de sus textos, seguir sus enseñanzas no exige de credenciales especiales. La pasión por conocer y la pasión política, enhebradas, hacen que tantos esfuerzos distintos se reúnan o conversen a partir de ese nombre que viene de lejos, pero se siente cercano.
Tatián, Diego y Gainza, Mariana. Presentación. "Spinoza y el spinozismo contemporáneo", Nuevo Itinerario, vol. 16, núm, 1, 2020, pp 1-2.
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1. “Nosotros concebimos las cosas como actuales de dos
modos, o bien en la medida en que concebimos que existen en relación con un
cierto tiempo y lugar, o bien en la medida en que concebimos que están contenidas
en Dios y se siguen de la necesidad de la naturaleza divina Ahora bien, las que son concebidas de este
segundo modo como verdaderas o reales, a esas las concebimos bajo la especie de
la eternidad, y sus ideas implican la eterna e infinita esencia de Dios”.