06 julio, 2024

Spinoza reloaded: Estructuras y política en Frédéric Lordon

Xavier Granell Oteiza / Trad. Alfredo Lucero Montaño

El texto original en catalán “Spinoza reloaded. Estructures i política en Frédéric Lordon” fue publicado en Agon. Qüestions Polítiques, 15 de diciembre, 2015.


Lordon y el "giro afectivo"

Decía Toni Negri en la presentación de su libro El poder constituyente, el 17 de abril de 2018 en Barcelona, que cuando estuvo en prisión no leyó a Marx --como sí había hecho su contemporáneo Álvaro García Linera--, sino que leyó a Spinoza. Y es que los autores que se enmarcan dentro de la escuela llamada Teoría Italiana, tienen una enorme deuda con el filósofo holandés. Si bien la gramática política que se impuso con la llegada de la modernidad (pueblo-Estado-soberanía) fue una gramática hobbesiana, parecería que después de la derrota del largo '68 se empezó a construir, a medio camino entre el exilio, la militancia y la academia, una filosofía política heterodoxa tanto en el marxismo como en la gramática política moderna.

El autor y los libros que nos ocupan se enmarcan dentro de un objetivo diferente, pero no por ello menos ambicioso. Realiza un balance diferente entre Marx y Spinoza (inclinándose por el segundo) que le permite no entrar a discutir elementos escolásticos en la tradición marxista, y partir de Spinoza para ir siempre un poco más allá, con la intención de construir una "ciencia social spinozista". Lordon plantea que tras el "giro lingüístico" de las ciencias sociales, ahora estaría produciendo (y él sería uno de los protagonistas) un "giro afectivo", es decir, una teoría centrada en el estudio del conjunto de pasiones que nos conducen a obrar.

En este texto trataremos principalmente dos libros, La sociedad de los afectos. Por un estructuralismo de las pasiones (Lordon, 2018) y Los afectos de la política (Lordon, 2017), con el objetivo de explicar dos nociones clave en Lordon, como son el estructuralismo de las pasiones y la política como el arte de producir afectos.

La relación salarial como estructura pasional

La hibridación de Marx y Spinoza que realiza Lordon se produce por una insatisfacción tanto con el estructuralismo como con la gramática individualista del liberalismo. Para el liberalismo el individuo es un ser racional, libre y gobierna soberanamente su existencia. Lo cual significa que si un individuo dice "sí" a una relación salarial está diciendo con total autonomía, que sería como decir que puede existir algo así como la "servidumbre voluntaria". Lordon subvierte este planteamiento diciendo que la aceptación (el decir "sí") no se encuentra dentro del orden de la libertad, sino dentro del orden de las pasiones: es la alegría la que te conduce a decir "sí". Por tanto, el consentimiento se produciría como efecto de agenciamientos institucionales suficientemente bien configurados para normalizar a los individuos bajo los afectos alegres más bien que bajo afectos tristes (Lordon, 2018: 20).

A pesar de parecer una cuestión de debate estrictamente filosófica, tiene implicaciones políticas directas y muy evidentes. Si partimos del sujeto libre, autorreflexivo y soberano como punto nodal de la elaboración teórica, este sujeto-individuo de una sociedad determinada es el responsable de su estado de las cosas y toda intervención (comunitaria, estatal, etc.) para paliar las desigualdades se comprendería como una coacción hacia esos individuos autosuficientes. Nos encontramos que este sujeto individuo soberano liberal es la base del atomismo social imperante.

La propuesta de Lordon es un "estructuralismo de las pasiones", desentrañar los rincones del sistema dominio sin caer en visiones fatalistas. Para explicar el estructuralismo de las pasiones, podemos partir de lo que Bourdieu llamaba la "doble verdad del trabajo" (Lordon, 2018: 89 y ss.). Encontraríamos una verdad "objetiva" (la explotación a través del tiempo de trabajo y de la relación salarial), y una verdad "subjetiva" (formada a partir de la relación fenomenológicamente vivida de los agentes con su actividad salarial). La particularidad reside en que una de estas verdades --la subjetiva--  entra dentro de la otra –la objectiva--, para que ésta pueda ser íntegramente completa. Parece obvio que nadie vive su relación salarial como un agente externo, sino que la vive como una relación subjetiva. La particularidad de Lordon respecto de Bourdieu es la introducción de dos conceptos al respecto del contenido de esta verdad "subjetiva": deseos y afectos.

Los afectos en Lordon quedan definidos como el nombre más general que se le da a un efecto que se deriva del ejercicio de una potencia. Una cosa ejerce su potencia sobre otra y, como consecuencia de ello, esta última resulta modificada: afecto es el nombre de esta modificación (Lordon, 2017: 34). Esta definición, por lo tanto, no entiende "afecto" únicamente como sentimiento o pasión por contraposición a lo racional, más bien entiende que toda acción se produce si previamente hay un afecto que la provoque.

Por deseo entiende la fuerza motriz de todos los comportamientos qe, del mismo modo, están determinados por afecciones externas. Encontramos que la relación entre deseo y afecto es la de dentro / fuera: el afecto lo produce una instancia exterior que provoca un deseo de actuar; y esta actuación puede afectar a otros y provocarles otros deseos, etc.

Una vez aclarados estos conceptos, volvemos a la explicación en torno a la "doble verdad del trabajo". Si distinguimos tres momentos de la relación salarial capitalista –segunda revolución industrial, fordismo y neoliberalismo- nos encontramos que una misma estructura -la relación salarial- produce afectos diferentes. Para que pueda existir relación salarial, se dará como requisito acceder al dinero para poder entrar en el intercambio mercantil y así proveer los datos elementales de la producción material (Lordon, 2018: 95). El capitalismo del siglo XIX no iría más allá de esta definición, lo que determina el impulso al trabajo es únicamente el aguijón del hambre (Lordon, 2018: 95). Este aguijón del hambre funcionaría como deseo, en este caso como deseo de supervivencia.

El régimen de acumulación fordista, a diferencia de la anterior, moviliza afectos felices vinculados al ingreso del trabajador asalariado en el consumo de masas, es decir, relacionados con la satisfacción a un nivel inédito del deseo por objetos materiales: no se trata solo entonces del aguijón del hambre y la amenaza sobre la vida carenciada sino también del brillo de la mercancía y del aumento del deseo adquisitivo (Lordon, 2018: 98).

Por otra parte, el neoliberalismo transforma estos afectos alegres sobre el consumo, sobre la adquisición de cosas, en afectos alegres intrínsecos, en un proyecto de encantamiento y goce (Lordon, 2015: 78). Como dice Julien Canavera (2019), la cuestión es hacer del trabajo mismo el lugar de la realización de sí, una fuente de alegría inmediata. Y en este sentido, el neoliberalismo entronca directamente con la cuestión de la subjetividad o, mejor dicho, con la producción de una nueva subjetividad, encarnada por el sujeto pensante que se autopercibe por fuera del conjunto de la sociedad (Lordon, 2018: 313).

La política como ars affectandi

¿Cuál es el papel de la política en toda esta explicación? La política es la mediación entre las estructuras y los afectos, es lo que hace mover las estructuras y, a la vez, es la capacidad de subvertirlas. Como decía Spinoza, un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de otro afecto contrario, y más fuerte que el que ha ser reprimido (citado en Lordon, 2.017: 66).

El cambio climático tal vez sea uno de los ejemplos más reveladores. Durante años se ha hablado de las evidencias científicas y de datos objetivos preocupantes, sin que esto suscitara un cambio social. Ha sido necesaria la entrada en escena de Greta Thunberg, en la que, siguiendo la perspectiva de Lordon, podemos llamar como un afecto común personificado, es decir, alguien que tiene la capacidad de producir afectos comunes (capital simbólico), y la movilización de los jóvenes, que nos ha permitido, mediante la construcción de ideas-afectantes ("No tenemos un planeta B") - transformar la idea científica del cambio climático (que operaba como idea-ideal para la mayor parte de la población ) en idea política (idea-afectante).

Para Lordon, la política es un ars affectandi, es la capacidad de producir afectos. Evidentemente, esta disputa afectiva, se da dentro de una economía deseante determinada (neoliberalismo), lo que genera que la disputa política comience desequilibrada. La tarea política consistiría en producir "máquinas afectantes" con la capacidad de producir imágenes y representaciones en torno a lo que sucede y que movilicen (afecten) en una dirección política concreta.

Chantal Mouffe no ha tardado en hacerse eco de este "giro afectivo", y en su último libro Por un populismo de izquierda (2019) mostraba la proximidad entre la noción de discurso elaborada por ella y Laclau (a partir de Foucault) y la noción de afección. Planteaba la diferenciación (compartida por Lordon) entre afecto y afección, entendiendo el primer término como la capacidad de producir modificaciones en otro y el segundo término como la sedimentación de esas modificaciones.

El concepto de afección rompe con la antinomia entre "lo ideal" y "lo material". En tanto que la política es esencialmente afectiva, la "materialidad" o "idealidad" de las cosas no es el objeto de su análisis. Supongamos que se contrapone la lucha de los teleoperadores para mejorar sus condiciones de trabajo y sus salarios con la reivindicación del derecho a la autodeterminación. Se podría plantear que la primera hace referencia una verdad material, mientras que la segunda obedece a un constructo identitario (nacional) históricamente falsable. Este planteamiento nos obligaría a establecer un criterio de verdad externo a la propia política y, por tanto, nos situaría en el terreno de la moral individual divina: actuar desvelando aspectos verdaderos al resto que vive engañado.

Pero la verdad en política, como señalaba Althusser (2004: 59) leyendo a Maquiavelo, es efectiva, y estos efectos se confunden con la actividad que realizamos en sociedad. Lo que importa no es si una nación es un constructo más o menos correcto con la historia de la que dice provenir, sino las afecciones comunes que establece. El análisis de la política como afecto, nos ubica en los deseos que se movilizan en cada contexto determinado y la dirección hacia la que se movilizan, y sitúa como aspecto privilegiado de toda intervención política la producción de afectos más potentes que aquellos que se pretenden subvertir.

Bibliografía

- Althusser, L. (2004) Maquiavelo y nosotros. Madrid: Akal.

- Canavera, J. (2019) “Capitalismo, estructuras y pasiones. Hibridando a Marx con Spinoza”. En El Salto. Disponible en https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/capitalismo-estructuras-y-pasiones-hibridando-a-marx-con-spinoza

- Lordon, F. (2015) Capitalismo, deseo y servidumbre: Marx y Spinoza. Buenos Aires: Tinta Limón.

- . (2017) Los afectos de la política. Zaragoza: Prensas Universidad de Zaragoza.

- . (2018) La sociedad de los afectos: por un estructuralismo de las pasiones. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.

- Mouffe, Ch. (2019) Por un populismo de izquierda. Buenos Aires: Siglo XXI.Xavier.

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