Reseña de Frédéric Lordon, Willing Slaves of Capital: Spinoza and Marx
on Desire, en Franck Fischbach, Apéndice, Marx with Spinoza. Production, Alienation, History, trad. Jason Read,
Edinburgh, Edinburgh University Press, 2023, pp 137-143 (traducida al español
como Capitalismo, deseo y servidumbre. Marx y Spinoza, Buenos Aires, Tinta Limón, 2015).
Franck Fischbach
La cuestión de cómo
un retorno a Marx y Spinoza puede permitir construir un concepto de alienación
que siga siendo relevante para nosotros hoy es la cuestión central tanto de
este libro como de una obra importante de Frédéric Lordon, Capitalisme, désir et Servitude: Marx and Spinoza[1], que apareció
en 2010 (traducida en 2014 como Willing
Slaves of Capital: Spinoza and Marx on Desire). Si hay un terreno común
entre Spinoza y Marx de Lordon y nuestro propio Marx con Spinoza, sólo puede
ser un terreno spinozista, y por lo tanto conforme a la idea de que la
alienación debe ser pensada en relación con un régimen de actividad o actuación
más que con una cierta forma de ser: que la alienación se experimenta primero
en términos de lo que hacemos (o lo que no podemos hacer), principalmente como
una restricción de lo que podemos o somos capaces de hacer, y posteriormente
como una restricción de lo que somos o podemos ser..
El libro de Lordon,
con su título y su subtítulo, se sitúa en relación con una tradición filosófica
que tiene sus raíces en Francia, que se remonta al menos a Althusser, y que
consiste en leer juntos a Marx y Spinoza: una tradición que postula que es
Spinoza (no Hegel) quien permite comprender a Marx, y que es Marx (más que
Descartes) quien permite comprender a Spinoza. El primer enfoque permite
efectivamente una lectura de Spinoza por Marx, centrada en las huellas que
quedan en el texto de Marx, sobre todo del joven Marx, de su lectura de
Spinoza, en particular en sus concepciones antropológicas (el ser humano como Teil der Natur o pars naturae) y ontológicas (la naturaleza como totalidad
productiva, la historia humana como continuación de la historia natural). El
segundo enfoque (utilizar a Marx para leer a Spinoza) parece más aventurero y
arriesgado, pero puede justificarse en términos de múltiples puntos de
intersección. Por ejemplo, en el caso de Spinoza y Marx, se trata de dos
filósofos que, en el contexto de toda la tradición occidental, son raros en
cuanto a su reivindicación específica de ser partidarios de la democracia.
Dicho esto, el libro de Lordon no es el trabajo de un historiador de la
filosofía, y el lector no debe esperar una lectura internamente detallada ni de
Marx ni de Spinoza (no obstante, alguien que no conozca a Spinoza por completo
aprenderá cosas del libro de Lordon). No se trata de una crítica de mi parte,
ni tampoco de una reserva: se trata sólo de decir que Lordon no estudia el
pensamiento de Spinoza o de Marx, ni su relación, por sí mismos. Su objetivo es
más bien hacer posible una comprensión de la transformación que ha
experimentado el capitalismo en los últimos veinticinco o treinta años, y que
sigue experimentando ahora. Marx y Spinoza son invocados aquí en la medida en
que facilitan esta comprensión. Sin embargo, se puede notar que la referencia
de Lordon a Spinoza es notablemente más extensa que su referencia a Marx, y que
el lenguaje y los conceptos spinozistas (empezando por conceptos técnicos como
afecto, afección, conatus y poder) hacen una contribución mayor a su libro que
los conceptos propiamente marxistas.
Pero este aparente
desequilibrio es un tanto engañoso en la medida en que el marco de la reflexión
de Lordon sobre el capitalismo en realidad está tomado directamente de Marx:
con mucha razón, parte de la idea de que lo que es en última instancia central
para el capitalismo, y lo que él mismo ha inventado, es el trabajo asalariado o
el trabajo por cuenta ajena. Esta es hasta cierto punto una tesis importante de
Marx: en todos los modos de producción y formaciones sociales anteriores al
capitalismo, las estructuras de dominación se constituían fuera del trabajo, o
lo comandaban desde afuera. En el capitalismo, sin embargo, la relación social
de dominación es interior e inmanente al trabajo. Es la forma social que asume
el trabajo la que engendra en sí misma la relación social de dominación. Esto
tiene la notable consecuencia de que, mientras que en las formaciones sociales
no capitalistas las relaciones de dominación son manifiestas, en el capitalismo
están oscurecidas. O, más concretamente, las relaciones de dominación en el
capitalismo aparecen como algo distinto de lo que son: no aparecen como
relaciones de dominación, sino que toman la forma de relaciones que no son
impuestas, ni forzadas, que son libremente consentidas y libremente elegidas.
Es así como la relación entre el trabajo y el capital aparece como una relación
de intercambio entre dos socios igualmente libres y autónomos, que están de
acuerdo sobre el precio por el cual uno acepta libremente vender al otro la
mercancía que posee, es decir, su capacidad de trabajo o fuerza de trabajo.
Esta apariencia de un intercambio completamente equitativo (trabajo por un
salario) entre dos individuos igualmente libres es entendida por Marx como una
apariencia real: no es sólo que las cosas se presenten como tales, sino que
realmente funcionen de esa manera. Sin embargo, esto no es porque la apariencia
corresponde a lo que es por lo que es verdadero; por el contrario, es la
realidad misma la que es falsa, y la apariencia sólo corresponde a esta
mistificación.